domingo, 3 de mayo de 2020

Amalia Alegre: líder de la Huelga de Mujeres de 1918 en Barcelona


La Huelga de Mujeres de 1918 en Barcelona se encuadra entre otras dos grandes revueltas: la Huelga General de 1917 y la Huelga de la Canadiense en 1919. Su líder fue Amalia Alegre y fue seguida por más de 24.000 obreras que pararon fábricas y talleres y tomaron las calles de la capital catalana durante quince días.

Huelga de Mujeres de 1918 en Barcelona.
Foto de El Diluvio
A punto de finalizar la Primera Guerra Mundial, las condiciones de vida en España eran trágicas para el proletariado. De hecho, podríamos afirmar que eran incomprensiblemente trágicas ya que el país se había mantenido neutral durante la Gran Guerra y la burguesía se había enriquecido vendiendo materias primas y productos agrícolas a las naciones europeas devastadas por la contienda. Sin embargo, las clases trabajadores vivían peor en España que en Francia o Alemania y en 1918, eran víctimas del hambre y de enfermedades, especialmente de la pandemia de la Gripe Española.
Amalia Alegre era una inmigrante en Barcelona, una víctima más del “éxodo rural” que nutría la Revolución Industrial de la España de Alfonso XIII. Vivía en Barcelona, en la popular y hacinada calle del Olmo y era una activista del Partido Republicano Radical de Lerroux. Morena y fuerte, de rasgos típicamente ibéricos, no llegaba a los 30 años de edad, pero estaba cansada de trabajar desde niña y políticamente preparada para luchar por sus derechos, también por los de sus hijas.

El día 18 de enero, Amalia Alegre fijó en la pared un cartel convocando a las “ciudadanas del Barrio de Atarazanas” a ir al Gobierno Civil para exigir el abaratamiento de las subsistencias. El descontento era grande por la falta de carbón en aquel invierno particularmente frío; por la subida de los precios de alimentos básicos; y por el encarecimiento de los alquileres.

No hizo falta esperar mucho para que cientos de mujeres del Barrio Chino se la unieran y organizaran una comisión negociadora que exigía que los artículos de primera necesidad (las subsistencias) volvieran a los precios de antes de la guerra; una rebaja drástica de los alquileres de las casas proletarias; y la readmisión de unos seis mil trabajadores de los ferrocarriles despedidos tras la Huelga General de 1917 y que eran necesarios para desbloquear la llegada de subsistencias a la ciudad.

Nunca admitieron hombres durante los quince días que duraron las movilizaciones. Las asambleas estaban constituidas exclusivamente por obreras, con la excepción de algunos periodistas (debidamente acreditados) que además de informar sobre el desarrollo de los acontecimientos debían difundir la prohibición de que ningún hombre se incorporara a sus filas. La idea era evitar a espías de la policía y otros posibles saboteadores, no en sí a los obreros varones que, en definitiva, estaban a favor de sus compañeras.

Desde la primera reunión con el gobernador civil hasta la última hubo un aumento importante de la violencia. Se llegaron a apalear a comerciantes avaros y a asaltar carbonerías y otras tiendas. Este tipo de acciones no eran bien vistas por Amalia Alegre que abogaba por una vía pacífica y que condenó en todo momento las acciones ilegales de expropiación y la violencia. Otra mujer, Rosario Dulcet, militante de la CNT acabaría encabezando el movimiento y en la última asamblea y según el diario de la época El Diluvio, Amalia acusaba de la siguiente manera: “las que aconsejan medios persuasivos están en un error o están afiliadas a un partido político, al cual se pretende dar la paternidad del movimiento (…)

Sin embargo, Amalia Alegre había sabido en todo momento cómo organizar la revuelta engrosando las manifestaciones con los hijos e hijas de las obreras para contener a las fuerzas del orden de una represión violenta. También, había sabido persuadir a camareras y cabareteras de los barrios elegantes bajo la idea de que, si no había dinero para comer, cómo tenían los burgueses dinero para vicio. Los diferentes piquetes informativos se extendieron por Barcelona, las obreras secundaron en masa el movimiento y los hombres también tuvieron que parar en muchas fábricas ante la ausencia de sus imprescindibles compañeras. Incluso los estudiantes amenazaron con apoyar la protesta.

Desde Madrid se sustituyó al impopular Gobernador Civil, Sr. Auñón, por el más diplomático González Rothwos y se declaró el Estado de Guerra mientras algunos comerciantes intentaban esconder “las subsistencias” para poder venderlas más adelante a mejores precios o en la desabastecida Europa… Todos tuvieron que ceder y, finalmente, el nuevo Gobernador aceptó las justas reivindicaciones de aquellas lejanas obreras, cercanas compañeras.

Barcelona volvió así a la normalidad, pero las mujeres habían conseguido mejoras. González Rothwos anunció una serie de medidas para aumentar el abastecimiento de “las subsistencias”, enumerando una lista de precios para esos productos de primera necesidad y las sanciones para los tenderos y comerciantes que encarecieran o escondieran alimentos o carbón. Además, patrullas del ejercito supervisarían en adelante que se cumplieran las instrucciones.

“Los derechos no se conceden, se conquistan”. Noam Chomsky