A nuestros decimonónicos abuelos les gustaban los bandoleros. Bajo el sol de justicia de Castilla, recorriendo angostos valles gallegos, sin haber cobrado el jornal del señorito… nuestros resignados abuelos soñaban y fabulaban. Creaban románticas historias de hombres sin miedo, que se enfrentaban a los ricos para favorecer a los pobres, que eludían la injusta justicia y que vivían libres: ansiaban conocer un bandolero.
También soñaban las abuelas, también anhelaban libertad.
Una luz en la oscuridad Foto: Isabel del Río © |
La leyenda de Pepa a Loba entra en la historia gracias a
Concepción Arenal, quien la conoció en la cárcel de Coruña. Concepción Arenal,
abogada y feminista, periodista y escritora, defensora de los derechos de los
más desfavorecidos y, sobre todo, luchadora, había sufrido en sus propias
carnes la opresión a la que se sometía a las mujeres a mediados del siglo XIX.
Tuvo que disfrazarse de hombre para poder estudiar Derecho y, una vez
descubierta y “perdonada”, continuar la carrera bajo un ritual de
discriminación que la obligaba a asistir a las clases separada de sus
compañeros y mantenerse aislada en un cuarto durante los descansos entre clases.
Es lógico que se sensibilizara con el caso de Pepa a Loba, en quien confluyen
los múltiples problemas que padecían las huérfanas.
Pepa a Loba nació en algún lugar de Pontevedra, tal vez en
la parroquia de Couso o tal vez en la de Amoedo y vivía con su madre, “La
Falucha”, en una humildísima morada que carecía hasta de cama. Como tantas
niñas y niños pobres, empezó a trabajar antes de tener recuerdos y cuidaba las
ovejas de su malvada tía Dorinda. Y como tantos niños y niñas pobres, en una
fría noche tuvo que enfrentarse a un lobo que asaltó su rebaño. Se enfrentó a
palos con ayuda de su perro Lueiro, y quedó herida y con el apodo que la
acompañaría de por vida.
Si el comienzo del cuento asusta, la continuación
aterroriza. A su madre la violan y muere, su tía Dorinda la maltrata, la acusan
del asesinato de un tendero, acaba en la cárcel de Mondoñedo y después en la de
Coruña… ¿Leyenda? Hay pocos datos históricos sobre Pepa a Loba, Concepción Arenal
la conoció en la cárcel y se tiene constancia de que junto a su cuadrilla asaltó
la casa de la rica María Paula, hoy Museo Pazo da Cruz, donde se han encontrado
dos revólveres del siglo XIX en una reciente restauración que, parece, se usaron
para defenderse de los continuos ataques de la bandolera. Pero aunque parte de
su biografía no sea cierta o que, incluso, su personaje sea un sumatorio de vidas
de varias bandoleras, lo cierto es que el destino de las mujeres pobres no
solía ser mejor que el cuento que nos ocupa.
Pepa a Loba, harta de humillaciones, se rebeló. Consiguió
escapar de la cárcel y montar una cuadrilla con quienes asaltaba a los ricos y,
especialmente, a curas y rectorías. Dicen que la rica María Paula daba cuatro
panes y dinero a Pepa a Loba cuando aparecía por su pazo, con esto se
conformaba nuestra protagonista, tal era la vida de pobreza que había llevado,
que llevaban las mujeres humildes, que el pan era un bien preciado. Por
supuesto ayudaba a los pobres, por supuesto se enfrentaba en los caminos con
mil peligros, por supuesto su leyenda se extendía por Galicia como un viento
libertador. Y se la vio en el norte de Lugo y se la esperaba en Santiago, una
nueva Reina Lupa*, una nueva justiciera contra la opresión de los caciques.
Dicen que murió asaltando una rectoría; otros dicen que
sigue viva, que está en los bosques y que al anochecer aún se pueden oír los
ladridos de Lueiro y que el aire trae entonces un olor a lavanda que indica que
está cerca, casi llegando.
*La reina Lupa aparece en el Códice Calixtino del siglo XII.
Era una dama gallega, con dragón incluido y acceso al infierno, en cuyas
propiedades fueron depositados los restos del apóstol Santiago. Después de
grandes aventuras acabó convirtiéndose al cristianismo y está representada en
la Fonte do Carme de Padrón (A Coruña).
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