Pocos conocen a la vallisoletana Marcelina Poncela Hontoria (1864 – 1917) y sin embargo todos conocen a su hijo, el escritor Enrique Jardiel Poncela… Una vez más constatamos las dificultades que las mujeres tienen para aparecer en los libros de divulgación y para que su nombre y obra no sean borrados por el paso del tiempo.
Marcelina Poncela nace en C/ Vega 18 de Valladolid. Foto: Isabel del Río © |
Marcelina Poncela gozó en vida de fama en su Valladolid
natal y en los círculos artísticos de Madrid, donde dio a conocer su obra en
los concursos anuales de la Escuela de Bellas Artes y en las Exposiciones
Nacionales. En Valladolid obtuvo, en 1885, una beca de la Diputación con
intervención de la Academia de Bellas Artes y otra del Ayuntamiento en 1889. Un
año antes, había obtenido el premio de primera clase de la Academia por uno de
sus trabajos más conocidos, el óleo titulado La Capilla de la Aldea. Además, la
hemeroteca del Norte de Castilla guarda numerosos artículos y reseñas que el
periódico le dedicó, siempre elogiosos, por sus exposiciones. En Madrid, expuso
con asiduidad en el Círculo de Bellas Artes, donde su acuarela En el Campo tuvo
eco nacional; fue reconocida y aceptada por los artistas varones de la Escuela
Pictórica de la Pumariega, posteriormente Colonia Artística de Muros de Nalón
(1884 – 1890), dirigida por Casto Plasencia; y se ganó la vida con su pintura y
sus clases.
Marcelina Poncela Hontoria nació en la primavera de 1864 en
la calle Vega nº 18 de Valladolid. Puede que para los lectores este dato no
signifique nada pero para quien está escribiendo resulta asombroso porque ha vivido,
precisamente, en la calle Vega nº 18 durante años... y años ha tardado, igualmente,
en conocer la importancia de la obra de la pintora que nos ocupa; no así la
literaria de su hijo, ampliamente renombrado. Pero si el hijo es
interesante, la madre también lo es aunque el tiempo haya olvidado su nombre.
Alumna de Carlos Haes e integrante de la Colonia Artística
de Nalón, gran parte de sus obras se pueden clasificar como posimpresionistas y
luministas, dentro de un estilo que compartía con el valenciano Joaquín Sorolla
o con el orientalista Mariano Bertuchi. Como a tantos y tantas artistas de la
segunda mitad del siglo XIX, a Marcelina Poncela le fascinaba la pintura al
aire libre: paisajes del Norte de España, de Castilla e incluso, de otros
países (óleo titulado Cercanías de Vriesland en Holanda, en el catálogo de la
Real Academia de la Purísima Concepción de Valladolid. Eran los plenairistas, los nuevos artistas que podían salir a pintar fuera
de su taller gracias a las pinturas ya fabricadas que habían comenzado a
venderse en las droguerías con el advenimiento de la Revolución Industrial.
Atrás habían quedado los tiempos en que era necesario pintar rodeado de ayudantes
que mezclaban pigmentos y elaboraban barnices. Así, el campo y las calles se
convierten en los temas preferidos, los que compran las clases medias
que se acababan de incorporar al mercado del arte gracias a las nuevas ferias y
exposiciones.
Sin embargo, la luz española, fuerte y marcada,
es muy diferente a la luz francesa impresionista. El luminismo español capta estos bruscos contrastes de luz con una pincelada suelta y
composiciones de gran armonía, que combinan el realismo con una visión poética
de la naturaleza. Marcelina Poncela, después de casada y ya madre, pinta no
sólo el paisaje de Quinto de Ebro, donde comienza a veranear la familia, sino
sus gentes, juegos y descansos (No Vienen! de 1888). Testigo de aquellos
románticos paseos de la España decimonónica que sepultó la Guerra Civil, pues aquellos
idílicos parajes serán posteriormente escenario de la Batalla del Ebro.
También cultivó el dibujo floral, con múltiples ejemplos no
sólo de técnica al óleo o a la acuarela sino con pastel y lápiz conté, incluso
podemos encontrar caricaturas (parece que el sentido del humor le venía a su
hijo de la parte materna) como la Escena Galante de 1890 donde una remilgada
señorita de la Restauración coquetea inocente con un burro vestido
de rico prohombre.
Importante es el óleo de 1890 donde retrata a la Reina
Regente Dª Mª Cristina con su hijo Alfonso XIII niño, que se conserva en el
Ayuntamiento de Valladolid. Como era frecuente entre los artistas de la época,
realizó el retrato en base a una fotografía de periódico. El contrate entre blancos
y negros es muy marcado y su manejo de los blancos (el color más difícil de usar
con acierto en pintura) es brillante, tan brillante como el de su homólogo
valenciano ya citado anteriormente.
La Reina Regente Dª Mª Cristina
con Alfonso XIII niño de Marcelina Poncela.
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La Asociación Aragonesa de Críticos de Arte publicó en septiembre
de 2017 un artículo con obras de sus veraneos en Quinto, lugar de donde era
natural su esposo. Me ha llamado poderosamente la atención, por su fuerza y pincelada
libre, el óleo titulado Paisaje con Acequia de 1900.
Y es que Marcelina Poncela entra también en el siglo XX y sus
obras se llenan de nuevas influencias, por ejemplo la Modernista de su
bellísimo cuadro Mis Muñecos de 1904, donde apreciamos de nuevo su capacidad
para manejar los deslumbrantes vestidos blancos de las intemporales niñas de
rostros etéreos.
Marcelina Poncela Hontoria murió en Quinto de Ebro en 1917 a
consecuencia de un tumor en el intestino. Tenía 52 años.
R.I.P.
La vallisoletana Dolores Cid ha grabado este video dentro del
Congreso Xéneros, Museos Arte e Educación:
Son importantes iniciativas de grupos que buscan la
recuperación del pasado femenino, reiteradamente olvidados por los programas
oficiales de nuestra Enseñanza Secundaria y Bachillerato. Iniciativas en las
que veo que no aparece la Universidad de Valladolid, donde estudié yo también.
A Marcelina Poncela también la dedica un reconocimiento la
Asociación Española de Pintores y Escultores ya que fue una de las cinco
mujeres que apoyaron esta importante fundación: ella fue la socia número 29.
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