martes, 24 de marzo de 2020

Clara Campoamor, el voto femenino y la moral de la España de 1931


El 1 de octubre de 1931, las Cortes españolas aprobaron el artículo constitucional que consagraba el derecho al voto de la mujer. La heroína del momento fue la abogada Clara Campoamor.

Clara Campoamor, sin lugar a dudas, merece inaugurar la sección de este blog dedicada a la biografía y obra de las mujeres que lucharon por conseguir un mundo más junto e igualitario; es decir, una política diferente a la que impone el patriarcado.

Clara Campoamor

La Constitución española de 1931, aprobada durante el Bienio Reformista de la II República, es una constitución que cumple todos los requisitos para ser calificada de democrática y social:

"Artículo 1. España es una República de Trabajadores de toda clase, que se organizan en régimen de Libertad y de Justicia. Los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo".

Sin embargo, a punto estuvo de no ser “tan democrática” porque faltó muy poco para que no se aprobara el sufragio universal, porque universal significa que no se puede prohibir votar al más de 50 por ciento de la población, que son las mujeres. Y la falacia de “sufragio universal masculino” sólo esconde la realidad de un sufragio censitario por sexos.

Fue en las semanas previas cuando quedó patente la ética de los diputados en Cortes y sus valores. Por ejemplo, el diputado por la Federación Republicana Gallega, Novoa Santos, aún sostenía apoyándose en sus conocimientos médicos que a la mujer no la dominaba “la reflexión y el espíritu crítico sino todo lo relacionado con las emociones y los sentimientos”. Es decir, la ética del menosprecio y la desigualdad imperaba en los discursos de muchos miembros de la Cámara.

Pero no eran los diputados que compartían las opiniones del señor Novoa Santos quienes vivieron aquellos meses de una manera agónica, sino aquellos otros que teniendo unos principios éticos solidarios (en general los diputados de izquierdas, pero también liberales como Lerroux) temían la aprobación del voto femenino por razones prácticas, ya que sospechaban que las mujeres, bajo la influencia de sus confesores, votarían a la derecha y peor aún, apoyarían la vuelta de la Monarquía de Alfonso XIII con lo que la propia existencia de la II República corría peligro. Es decir, mantenían una ética que desligaban de su aplicación práctica, lo que resulta absolutamente inmoral.

Las elecciones a Cortes Constituyentes que se realizaron tras el exilio de Alfonso XIII fueron por sufragio “universal” masculino, pero las mujeres pudieron presentarse como candidatas. Tres resultaron elegidas: Clara Campoamor del Partido Republicano Radical de Lerroux (quien terminó traicionándola); Victoria Kent del Partido Republicano Radical Socialista; y Margarita Nelken del PSOE. Fueron las dos primeras quienes ejemplificaron esta agonía ética y moral demostrando que nunca es ético vivir en desacuerdo con nuestros principios y valores.

Clara Campoamor y Victoria Kent habían luchado juntas por la igualdad de derechos de la mujer. Un logro importante fue la aprobación del artículo 25 en que la primera, con el apoyo de la segunda, consiguió que se reconociera que el sexo no puede ser fundamento jurídico de privilegio alguno. Sin embargo, llegada la hora de la verdad, Victoria Kent se asustó, no confiaba en las mujeres de su momento y creía que el voto femenino debía postergarse hasta que ellas estuvieran preparadas para votar con conocimiento y libertad. Esta moral de lo práctico fue rebatida por Clara Campoamor quien basaba sus discursos en el principio de que todo ser humano es libre y que nadie tiene derecho a privarle de su libertad en razón de ninguna conveniencia coyuntural: “la libertad se aprende ejerciéndola”.

El sufragio universal fue aprobado por 161 votos contra 121. En las siguientes elecciones de octubre de 1934 ganaron las derechas y la izquierda culpó de ello a Clara Campoamor, quien el resto de su vida pagaría por haber mantenido su ética y moral frente a los políticos y políticas “prácticos y prácticas” frente a quienes nunca crean un futuro mejor ni mejoran la historia.

Gracias, Clara.

**Clara Campoamor Rodríguez (Madrid, 12 de febrero de 1888 – Lausana, 30 de abril de 1972).

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